Muchos de los conflictos laborales son creados por la intolerancia, apatía y poca disposición del capital humano para trabajar en equipo. Definitivamente no es posible separar los problemas y preocupaciones personales, de las actividades diarias en el trabajo; una persona que no sabe manejar sus emociones será presa fácil del estrés, repercutiendo directamente en su rendimiento laboral.

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Al percibir el lugar de trabajo como hostil, el empleado, cada día llega a trabajar con el mecanismo de supervivencia activado, debe defenderse de los "peligros" que existen al interior de la organización, siendo imposible que pueda generar nuevas ideas y proyectos y sobre todo, limitando la posibilidad de trabajar en equipo pues sus compañeros de trabajo son parte del peligro que percibe, impactando directamente en la capacidad de enfrentar los "peligros" que vienen de fuera. Esto es biología pura. Nacimos para sobrevivir y no habrá palabras que hagan que el personal perciba un ambiente laboral armonioso si inconscientemente no lo ve así.

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Saber que cuento con mis compañeros, que todos trabajamos por un fin común, repercutirá de manera directa en el rendimiento de la empresa. La energía diaria se invertirá en el desempeño laboral y no en defenderse de lo que me digan o hagan los compañeros de trabajo.

Sentirse seguro en el lugar de trabajo permitirá que los empleados, alejados del peligro, mantengan su atención al cien por ciento en la tarea que les toque hacer.

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De ahí la importancia de la salud emocional de cada persona que forma parte de una empresa, esta, y el saber gestionar sus emociones harán que cada uno de los colaboradores tengan mayor disposición e interés en su trabajo contribuyendo a mejorar el ambiente laboral para lograr mayores utilidades en la empresa.